viernes, 9 de enero de 2009

Cuba, 50 años de obstinación. 1959-2009

Al cumplirse el 50 aniversario de la usurpación del poder en Cuba por parte de Fidel Castro y su cuadrilla, el actual presidente, Raúl Castro, pronunció un discurso saturado de amenazas y obsoletas promesas que no se corresponden con el deseo de la mayoría del pueblo cubano. En cerrada tertulia, donde primaba el color verde olivo del ejercito, clamó como consumando un compromiso con su mortecino hermano. Afrentó el pensamiento martiano; invocó a los muertos y amenazó con reducir a polvo cualquier tentativa de libertad o posibilidad de cambio del arbitrario sistema totalitario cubano.

Sin esperanzas, el aplacado pueblo cubano, sigue hoy con su rutina displicente, su lasitud, adoctrinado en el temor, inmerso en un denso mar de falaz sistema absolutista donde se transmite el poder dinásticamente en ciclo perpetuo y asfixiante.

Colérico, el gobierno cubano, ha embestido contra cualquier posibilidad de libertad de pensamiento que difieran en cualquier grado de sus intereses absolutistas. Ha aprovechado sagazmente la brutalidad de los Gobiernos de Estados Unidos desempeñando un papel de mártir resistente que evidentemente no depende de su valerosa protuberancia, sino de una estrategia famélica y una mendaz arenga.

La pandilla de oligarcas cubanos, exiliada hace ya la misma cantidad de años en los Estados Unidos ha penetrado al Congreso y Gobiernos de ese país con la extensión de favores y la propuesta de un lucrativo negocio que los ha solidificado en una postura violenta y desatinada propiciando, al mismo tiempo, la consolidación de la estirpe de los Castro y el progreso de su maquinaria opresiva. La falta de ética de los gobernantes norteamericanos ha imposibilitado, en gran medida, la verdadera visión del engendro cubano que domina la Isla por medio siglo y amenaza con eternizar el agobio del pueblo cubano.

Es importante abordar en este escrito la discordancia del ideario de José Martí con este hipócrita juego cuando develamos el diáfano y veraz propósito del pensamiento de este insigne cubano; quien ha sido indiscriminadamente usado por ambos clanes.

La corrupción, concupiscencia e irreverencias propias del ser humano han modificado a su antojo e intereses nefastos desde los mandatos Divinos hasta los pensamientos y proyectos bienintencionados de los patriarcas. Es así que, como mismo los sátrapas interponen otros mediadores y/o mediadoras entre Dios y los hombres, ignorando las contundentes palabras de Jesucristo; así también se ocultan y tergiversan, por los ladinos, los propósitos y sanas intenciones de los que, como Martí, constituyen íconos de los patriarcas latinoamericanos.

Por estos motivos no podemos conformarnos con creer ciegamente al hábil, locuaz y astuto emancipador, sino actuar prudentemente en busca de la transparente verdad y la máxima equidad. Es decir, si vamos a creer en Jesucristo como Dios y Salvador, tenemos que leer y hacer nuestros sus proverbios sin aceptar falaces interpretaciones ni modificaciones infaustamente contradictorias a los mandatos del propio Jesús.

De esta forma han actuado la totalidad de astutos dictadores, tanto eclesiásticos como seculares, que han opacado la historia de la humanidad, quienes en nombre de “alguien” o “algo” han engañado, asesinado, prostituido, oprimido, despojado y desgarrado a los pueblos en todo el mundo con el único fin de su florecimiento y pertinaz culto personal.

En estos 50 años de sostenimiento del poder por parte del linaje de los Castro y sus adeptos ninguna de sus acciones ha tenido una finalidad evidentemente beneficiosa para el pueblo cubano hostilmente agraviado desde adentro y fuera de la Isla.

No podría terminar este escrito sin poner a su consideración las siguientes palabras pronunciadas por José Martí el 26 de noviembre de 1891:

“¡La lengua del adulador se clave donde todos la vean,-y la de los que toman por pretexto las exageraciones a que tiene derecho la ignorancia, y que no puede acusar quien no ponga todos los medios de hacer cesar la ignorancia, para negarse a acatar lo que hay de dolor de hombre y de agonía sagrada en las exageraciones que es más cómodo excomulgar, de toga y birrete, que estudiar, lloroso el corazón, con el dolor humano hasta los codos! En el presidio de la vida es necesario poner, para que aprendan justicia, a los jueces de la vida. El que juzgue de todo, que lo conozca todo. No juzgue de prisa el de arriba, ni por un lado: no juzgue el de abajo por un lado ni de prisa. No censure el celoso el bienestar que envidia en secreto. ¡No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come; de su sufrida compañera, coronada de corona que el injusto no ve; de los hijos que no tienen lo que tienen los hijos de los otros por el mundo! ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!”